martes, 13 de enero de 2015

DE LA ESCUELA AL MUNDO…



Valga este post como memoria de las víctimas del atentado en Francia. Valga este post en memoria de la libertad de expresión, de la pluralidad, del respeto,… de tantos y tantos valores de los que hacemos memoria cuando una atrocidad ocurre entre nosotros. Es cierto que atrocidades como estas ocurren a diario y no tienen la repercusión mediática de un hecho como el ataque a Charlie, pero también es cierto que por eso estamos intentando que la aldea global sea cada vez mayor, que esta suma de valores nos dé un mundo en el que merezca la pena luchar.


Nosotros desde la escuela pública, tenemos la obligación de educar en el respeto. Desde nuestras aulas nos encontramos con un obligado clima de tolerancia. Los niños entienden que este clima de respeto es necesario para ser partícipes en una escuela plural. Los niños vienen al cole con cierto bagaje cultural pero este no les hace extraño a los demás. Todos juegan juntos y cada uno, desde su realidad, enriquece a los otros. No se necesita una realidad que trate de imponerse a los demás, todas son aceptadas y válidas. Esto lo achacamos a la inocencia de los niños, seguramente será porque en algún momento de nuestra adolescencia decidimos ser alguien frente a los otros. Cambiamos la palabra aceptar por menosprecio. Imponemos ideas con las que ni siquiera estamos de acuerdo, tan solo lo creemos porque sino nuestra existencia sería un error. No nos damos cuenta que si el hombre es un ser social estás ideas en vez de revolucionarias, son involucionarías y cometemos el mismo error década tras década bajo distintas banderas y distintos símbolos. 



Deberíamos preservar la inocencia de los niños y poder  llevarla hasta consolidar la inocencia en los adultos. No es una quimera ni un falso sueño de Peter Pan. A veces los niños nos dan lecciones de cómo solucionar nuestros problemas. Esto pasa por ser tolerantes, por ver personas con las que se puede o no jugar, en lugar de ver solo símbolos, razas, banderas, dinero. Pasa por pensar más en lo que nos une, que en lo que nos divide.  Pasa por elegir dejar una bandera o un símbolo en el momento en el que trata de imponer una realidad sobre los demás, porque a buen seguro que te convertirá en símbolo, pero dejaras de ser humano.

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